Heidi, el regreso del abuelo pródigo
La ilustración de la estadounidense Jessie Wilcox Smith (1863-1935) describe muy bien el trasfondo de Heidi, en que la luz de la naturaleza parece entrar por la buhardilla y se proyecta sobre la pequeña niña que descansa sobre el heno de un entretecho.
Heidi(1880) es una novela profundamente cristiana. Su trama gira en torno a la figura de una niña huérfana cuya bondad irá transformando el corazón de cuantos viven a su alrededor. Esto ocurrirá con su abuelo, quien volverá a Dios tras escuchar la parábola «El regreso del Hijo Pródigo» en boca de su adorada nieta…
Al inicio de la obra, una de las vecinas del pueblo, Barbel, se encuentra con la tía de Heidi, quien se alista para llevar a su sobrina a vivir con el abuelo. Con intención de prevenirla, le transmite los prejuicios que el pueblo tiene acerca del “viejo de los Alpes”:
«–No me gustaría estar en el sitio de la niña –exclamó Barbel–. Nadie sabe qué pasa allí arriba. El viejo no quiere trato con nadie; jamás pisa una iglesia y cuando, por casualidad, una vez al año, baja de su montaña con su grueso bastón, todo el mundo le rehúye, porque tiene un aspecto terrible con sus espejas cejas y su barba canosa. […] Sólo quisiera saber –continuó Barbel– qué es lo que el viejo puede tener sobre su conciencia, para tener unos ojos tan terribles y vivir allí arriba sin tratarse con nadie. Corren toda clase de rumores acerca de él, algo habrás oído tú, por tu hermana» (pp. 9-10).
El pasado del abuelo lo condena a ojos del pueblo, cuyos lapidariosrumores se asientan en que el abuelo malgastó la enorme fortuna heredada de sus padres, dedicándose a beber y dejando a su hermano y a sí mismo hundidos en la miseria. Luego se alistó en el ejército del rey de Nápoles y años después volvió al pueblo con un chico: Tobías, su hijo y quien será padre de Heidi. Nadie le abrió las puertas y esto lo enemistó contra el pueblo. Años más tarde, Tobías se casó con Adelaida. Eran muy felices, pero su dicha duró sólo dos años, porque un día a Tobías le cayó una viga en la cabeza y lo mató. Desde entonces la salud de Adelaida sufrió un deterioro muy grande, que la llevó también a la muerte. La partida de su hijo y de su nuera sumió al abuelo en la más grande desesperanza. Se llevó volvió aún más hosco y apartado de la sociedad, refugiándose en la cabaña de los Alpes.
Pero esta situación fue interrumpida con la llegada de Heidi, quien mirará el mundo con pureza y sencillez, demostrando un profundo afecto y admiración por su abuelo. Y en el abuelo, la alegría de saberse incondicionalmente querido y admirado por su nieta–pese a sus errores del pasado–, provocará su conversión espiritual y personal, volviéndose a amistar con Dios y el pueblo. Esto ocurre al final de la historia, cuando la niña regresa de Alemania, ya letrada, y le lee unas líneas de un libro que le ha regalado la abuela de Clara:
«–¿Sabes lo que sucede ahora, abuelito? –preguntó Heidi interrumpiendo su lectura–. Acaso creas que el padre estaba todavía enfadado y dijo: «Ya te lo había avisado». ¡Escucha, escucha!
»Su padre, al verle, se compadeció de él y corrió a estrecharle entre sus brazos. El muchacho dijo: “He pecado contra el cielo y contra ti. No soy digno de que me llames hijo”. […]
Al ver que el abuelo permanecía silencioso cuando ella esperaba oírle expresar su admiración, Heidi le preguntó:
–¿Verdad que es una historia muy bella?
–Sí, Heidi, la historia es muy bella –repuso el anciano, pero con tono tan grave que la niña ya no dijo nada más. […]
Más tarde, cuando Heidi ya dormía profundamente, el abuelo subió por la pequeña escalera y dejó la lámpara al lado del camastro de Heidi, de modo que la luz iluminaba a la niña dormida. Ésta reposaba con las manos juntas, pues no se había olvidado de rezar. Su carita tenía tal expresión de paz y felicidad, que sin duda debió impresionar al abuelo, pues éste estuvo contemplándola largamente, sin hacer el menor gesto. Después enlazó sus manos e inclinando la cabeza dijo a media voz:
–Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. No soy digno de que me llames hijo.
Y las lágrimas rodaron por las mejillas del anciano.
Algunas horas más tarde, al amanecer, el Tío de la Montaña, de pie, frente a su cabaña, miraba con ojos brillantes a su alrededor. […]
–Ven, Heidi –llamó al pie de la escalera–. El sol ha salido ya. Ponte un hermoso vestido, pues iremos juntos a la Iglesia. (pp. 213-214).
La visión trascendente de la novela también se refleja en la situación de la abuela de Pedro, el pastor y amigo incondicional de Heidi. La abuela es ciega desde hace varios años y sueña con leer sus poesías religiosas. Esto será posible cuando Heidi regresa de su estancia en Frankfurt, ahora capaz de leer. Entonces sus ojos serán la luz que necesita la anciana ciega, superando un momento agradable o una emoción pasajera; tal como si recuperara la vista:
«Heidi comenzó a hojear el libro, leyendo de vez en cuando una línea.
–Aquí se habla del sol, abuela. Voy a leerte esto:
De nuevo el sol salió
y en el valle renació
la claridad y la vida.
¡Mañana esplendorosa
que la ilusión retorna
a mi alma aturdida! [..]
Espero hallar un día
la eterna alegría
en su huerto florido
La abuela escuchaba con las manos enlazadas. A pesar de las lágrimas que rodaban por sus mejillas, había en su rostro una expresión de intensa felicidad. Heidi jamás la había visto así» (pp. 205-207).
Cuando chica y medio a escondidas, con mis hermanos jamás nos perdimos un capítulo de la serie japonesa de Heidi y hoy la continúo viendo con mis niños (disponible en youtube). Pese a que ésta es un gran aporte, en cuanto enseña a los más chicos a disfrutar del encuentro con los demás y del contacto con la naturaleza, no capta ni logra transmitir la profunda religiosidad que hilvana la obra. Por eso, la lectura del libro resulta apasionante, novedosa y edificante. Y en profunda sintonía con la luz que el Niño Jesús viene a traer al mundo, simbolizada en la antigua tradición de la corona de Adviento.
BIBLIOGRAFÍA
Spyri, Johanna. Heidi. Trad.: Th Scheppelmann. Ilustr.: Paul Hey. Barcelona: Juventud, 2005.