Caperucita Roja y la aventura humana
“Bastan cinco palabras –niña, bosque, flores, lobo, abuela– para que cualquier persona del mundo occidental evoque y responda: Caperucita Roja”, señaló el escritor infantil Gianni Rodari (T. Colomer, Introducción a la Literatura Infantil y Juvenil, p. 110). El relato, que proviene de la tradición oral europea y fue rescatado en el siglo XVII por Perrault,nos ayuda a entender la vida humana, análisis que haremos de la mano del filósofo español Leonardo Polo (1926-2013).
La vida humana es una aventura, similar a la de los cuentos de hadas, tradicionales o populares. Es una aventura ética que se despliega en cada uno de los actos humanos. Y que se puede ejemplificar en Caperucita Roja, cuya estructura tiene una serie de elementos que también están presentes en nuestra existencia: un encargo inicial, un sujeto que encarga, un sujeto que recibe el encargo, el antagonista, el coayudante y el beneficiario.
En primer lugar hay un encargo inicial, que es el elemento de mayor interés narrativo, que pone en marcha al héroe y da inicio a la narración. El protagonista recibe una misión, en la que se juega su felicidad. Caperucita deberá llevar un canasto con pan y miel a la abuela. A su vez, la vida humana, como toda tarea, comienza con un encargo. “La vida humana puede concebirse como la tarea de alcanzar la felicidad”, afirma Polo. (En R. Yepes y J. Aranguren, Fundamentos de Antropología, pp. 162-163).
En segundo lugar, hay un sujeto que encarga: la madre de Caperucita, quien se dirige a su hija. Nosotros también somos hijos; todos somos hijos, sin excepción. Así pues, lo que nos distingue es nuestra condición de filiación: somos hijos porque hemos recibido la vida de Otro: Dios, y de otros: nuestros padres.
Está también el sujeto que recibe el encargo: nosotros, Caperucita, esa protagonista de temprana edad que se muestra leal hacia su abuela, gozadora con la naturaleza y sociable con el lobo, pero que también se cae, faltando a la prudencia y a la obediencia. Pero los héroes de los cuentos populares no llegan a serlo por ser perfectos, sino por saber salir adelante cuando caen; es decir, por sobreponerse a su condición de seres imperfectos.
En medio del viaje es inevitable el encuentro con el antagonista, que pone en peligro nuestra misión. ¿Qué hace el lobo en este relato? Engaña a Caperucita y la distrae. La distracción puede ser uno de los grandes factores que nos aleja de nuestro encargo.
Pero no todo está perdido. Contamos con un coayudante, un elemento presente en los cuentos de hadas, aunque ausente en este relato. Nuestro coayudante no sólo nos da un consejo al iniciar el viaje (“no converses con nadie en el camino”), sino que es el más interesado en que resulte la tarea, es el amigo por excelencia a quien siempre se puede acudir. Ésta es una de las características más esperanzadoras de la ética humana. “Eso es lo que significa en la vida del cristiano la oración. Con la oración lo que se descubre es que la ayuda está dentro de uno mismo”, afirma Polo.
Finalmente, el encargo se vuelca hacia un beneficiario, la abuela de Caperucita, tal como nuestra vida se orienta al otro. No a la autorrealización, sino a la donación.
Así pues, la relectura de Caperucita Roja nos llena de optimismo y nos recuerda que nuestra vida es una “aventura de esperanza” (L.Polo, Epistemología, creación y divinidad, p.162) porque aunque contamos con pocos recursos para circunstancias adversas, contamos con un coayudante. Porque sabemos que el futuro depende de nuestro actuar. Por la ilusión que provoca en nosotros la realización anticipada de nuestro proyecto. Y porque nos llena de alegría la culminación de una tarea perpetuada en forma de don y beneficio para los demás.