Numerosas familias, incluso con niños muy pequeños, repletaron el templo de nuestra parroquia para vivir este momento en un ambiente de profunda reflexión.
Los pequeños rodearon el pesebre y con pequeñas velas encendidas llegaron cerca del altar para ponerlas cerca de la imagen del niño Jesús.
Un momento especial de la Eucaristía fue también el de las ofrendas en que una niña presentó un canasto con frutas para simbolizar la vida que se origina de la semilla, un Dios hecho niño que quiere nacer en nuestros corazones. A continuación su hermana llevó al altar un presente que representa ese regalo personal que cada uno de nosotros quisiera ofrecerte al Hijo de Dios.
Finalmente, un matrimonio joven, padres de las otras dos niñas, llevaron al altar el Pan y el Vino, en compañía de su tercer hijo más pequeño.
Con hermosos cantos de alabanza al niño Dios, los fieles fueron enviados a sus hogares para iluminar con paz y amor a sus familiares y amigos en esa Noche Buena.