Son hombres y mujeres que han dedicado parte de su vida al servicio de la Palabra de Dios. Personas que, escuchando el llamado del Padre, han respondido poniendo todo su esfuerzo para perpetuar la Buena Noticia. El ser catequista se remonta a los primeros discípulos de Jesús, los 12 apóstoles, que luego de recibir el fuego del Espíritu Santo fueron enviados por Dios a contar las maravillas de su Mensaje y a predicar por todas las tierras, su Palabra.
Saben que no es una tarea fácil. En el mundo de hoy, lleno de contradicciones y de poca confianza, en donde la desesperanza muchas veces le gana al amor, es difícil dar cuenta de las misericordias de Dios. Por eso se vuelve tan necesario reunirse en comunidad para tomar fuerzas y seguir adelante en el camino de la Palabra.
El sábado 1 de octubre se celebró en Santiago el Jubileo de los Catequistas, iniciativa enmarcada en el Año de la Misericordia proclamado por el Papa Francisco, en la cual muchos hombres, mujeres y jóvenes, que han tomado este camino dentro de la Iglesia de Santiago, se reunieron para peregrinar a la Catedral y cruzar la Puerta Santa, en una gran Fiesta de la Misericordia.
La actividad comenzó en cuatro puntos diferentes: Iglesia de la Recoleta Franciscana, Iglesia de Santo Domingo, Iglesia de Las Agustinas y la Basílica de La Merced, además la Vicaría de la Zona Norte. En ellas se reunieron catequistas de las distintas zonas del Gran Santiago: Norte, Sur, Oriente, Oeste, Maipo, Cordillera y Centro y por algunas horas, realizaron actividades de encuentro con el Señor en comunidad pensando en lo que ha significado este Año de la Misericordia para cada uno y compartiendo lo que han podido experimentar.
Luego, desde los diferentes puntos realizaron una peregrinación hacia la Catedral en donde el Arzobispo de Santiago, Cardenal Ricardo Ezzati, los estaba esperando junto a una delegación de sacerdotes de todas las zonas, animadores y grupos musicales católicos.
En la catedral se celebró una Liturgia en la que los participantes pudieron orar junto a diferentes salmos, escuchar las palabras del Cardenal y recibir unas cruces que fueron bendecidas por el Arzobispo.
Monseñor Ricardo Ezzati se mostró muy contento al recibir a tantos catequistas de muy diferentes edades, que vinieron de todo el gran territorio de Santiago, a renovar su compromiso y cruzar la Puerta Santa de la Misericordia.
“Qué alegría encontrarnos en este día los catequistas de la Arquidiócesis de Santiago para celebrar el Jubileo de la Misericordia, aparte de poder agradecer el don que hemos recibidos de Dios: ser anunciadores de la Buena Noticia, llevar al corazón de la gente, la única esperanza que no engaña, que es la de Jesucristo el Señor”.
Nuestro Pastor, se refirió al rol del catequista y a su importancia para perpetuar la labor que Jesús vino a hacer en la Tierra.
“¡Qué hermosa vocación la del catequista!, porque es continuidad de la vocación de Jesús, maestro que enseña, maestro que revela, maestro que, con paciencia, va educando el corazón de sus discípulos para que crean en Él y abran su corazón a la esperanza. Sean ustedes esa puerta abierta para todos aquellos que se acercan a revivir la Buena Nueva. Que en cada uno de ustedes las personas que se acercan a recibir la catequesis para su vida, puedan ver la puerta abierta del corazón de Dios que acoge, y así puedan acompañar a todos y todas en la maduración de su fe”.
Además agradeció la fidelidad y compromiso de cada uno de los catequistas de Santiago, reconociendo la importancia que tienen en la Iglesia como portadores de la Palabra de Dios.
“El catequista es un don maravilloso para nuestra Iglesia de Santiago. El corazón de Jesús se hace presente en aquel catequista que sabe acoger el dolor, que sabe acoger la duda, que sabe acompañar. En aquel catequista que abre el corazón como Jesús, buen samaritano, lo hizo. Sientan que la Iglesia aprecia su labor, sientan que la misión que Jesús le ha confiado a su Iglesia, pasa también por su corazón, por su voluntad de anunciar la Buena Noticia frente a las realidades muchas veces adversas, de la vida”.
Al terminar la Liturgia, los asistentes salieron a la explanada de la Catedral a una gran Fiesta de la Misericordia, en la cual el cantante católico Fernando Leiva, animó a la multitud con cantos alegres y animosos. Finalmente, los catequistas elevaron globos al cielo con los nombres de todos sus seres queridos difuntos para que Dios los tenga en su Santa Misericordia.
Reacciones de los portadores del Amor
El amor de Dios se sintió en cada uno de los catequistas que asistieron a la actividad. Caras sonrientes, sonrisas anchas, piernas y brazos que se movían al compás de los tonos de la música, palmas que se juntaban en aplausos y sobre todo, mucha alegría en la Misericordia de Dios, fue lo que se sintió en el aire ese día.
Elías Segura es catequista hace 24 años. Pertenece a la Basílica Corazón de María de los Misioneros Claretianos. Al hablar de sus años en esta labor, sonríe inmediatamente y se puede notar el amor en su rostro.
“Para mí, el ser catequista, es devolver un poco de todo lo que me han enseñado. Siento el llamado a poder entregar algo más y muy agradecido con Dios de haberme llamado. Este servicio es una maravilla”.
Para él, este año del Jubileo, ha sido un tiempo de encuentro, de ganar conocimiento en la Divina Trinidad.
“La misericordia se vive de a poco. Hay que conocer al Padre, al Hijo y al Espíritu para entender la misericordia. No es fácil, porque siempre se nos mostró un Dios castigador y llegó Jesús a quebrar eso. Hablamos mucho, pero no conocemos al Padre, ni al Hijo, ni al Espíritu”.
Es catequista hace 6 años de la Parroquia de Santa Clara en La Cisterna. María Antonieta Fernández, nos cuenta que su camino para ser portadora de la Palabra de Dios, ha sido largo.
“La primera persona que me habló de Cristo y del amor fue mi abuelo, aunque siempre fui distante al tema. Y ya de adulta me puse a conversar con una compañera de trabajo sobre la humanidad y sus problemas, porque ella había entrado a formar parte de nuestros hermanos evangélicos y me dio una sensación de angustia darme cuenta que yo no sabía nada de mi propia Iglesia. Entonces me dije: tengo algo que yo conozco desde niña y vale la pena buscar qué es lo que es. Recibí entonces el llamado a conocer al Señor de más de cerca. Ahí entré a hacer mi propio compromiso primero y luego me llamaron a continuar como catequista y aquí sigo, muy agradecida”.
Este año de la Misericordia ha sido importante para María Antonieta, pero siente que el amor de Dios y su perdón está en todas partes y desde siempre.
La misericordia es abrir las puertas a otras personas, con amor, recibirlas y darles la seguridad de que Cristo está en cada uno de nosotros. Abrirles el corazón para que se hagan partícipes de la Iglesia, que vayan, que conozcan. La misericordia está en todos lados, hay que buscarla y abrir el corazón”.
Cristian Mella, pertenece hace 20 años a la Parroquia San Garpar Vertoni de la Zona Oriente. En su historia como catequista ha trabajado con niños, jóvenes y adultos.
“Ha sido una bendición tremenda. Con papás catequistas, hermanos catequistas, mi señora que nos conocimos en este servicio. Nuestra vida familiar, nuestros hijos, todos giramos en torno a lo que es la catequesis. Nos hemos ido formando en esto. Finalmente te entrega los pasos necesarios en términos de trabajo, matrimoniales, en forma de enfrentar la vida finalmente”.
Para él, este año del Jubileo ha sido abrir los ojos al amor de Dios, tanto para su vida, como para los demás.
“Un reconocer las bendiciones que Dios te entrega día a día. Este don hermoso del Señor de estar siempre a tu lado, perdonándote. Enseñar al que no sabe, consolar al triste, como uno se transforma en ese consolador, en ese consejero de muchas personas, como uno va tratando de apoyar. Esta actividad me parece que es una manifestación masiva para poder decirle a esta gran ciudad que aquí estamos los catequistas, al servicio y que todavía falta mucho por hacer”.
Tiene solo 15 años y es catequista hace uno. Paula Sanhueza trabaja con niños de la Iglesia La Transfiguración del Señor en Puente Alto y hoy, luego del camino ya recorrido, siente el corazón lleno de amor.
“Ha sido algo realmente maravilloso. Yo me siento enamorada del Señor y de mi servicio. Estoy súper feliz con lo que hago, porque he aprendido a desarrollarme de una manera diferente, escuchar distintas historias y contemplar cómo el amor de Dios es tan infinito, que cabe en un corazón tan pequeñito como el de los niños y se expresa de una manera tan grande. Los niños son hermosos y misericordiosos. Ellos, con una sonrisa me alegran el día y la semana entera, me dan energía, me han permitido vivir la misericordia de Dios a concho este año”.
Silvia Arriagada fue catequista 10 años cuando joven y ahora volvió a realizar esta labor, hace ya 4 años en la Parroquia Sagrada Familia de Quilicura. Sus ojos brillan al hablar de su catequesis.
“Para mí lo es todo, es el sentido que le doy a mi vida: llevarle la Palabra de Dios a otras personas. ¡Es mi alegría de vivir!”.
Este año de la Misericordia para Silvia ha sido un llamado a mirar al otro de manera diferente y cree que estos encuentros ayudan a renovar la fe.
“Acercarme a los demás con otro enfoque, fijarme más en el próximo y en lo que realmente necesita. Es importante reunirse, porque son momentos que nos ayudan como Iglesia y llegamos más renovados, con más fuerzas a nuestras parroquias”.
Es joven y ya es catequista de niños entre 9 y 12 años. Cristóbal de la Parroquia Santa Gema de la Zona Cordillera, siente un deseo muy profundo de entregar su fe, luego de tanto don recibido.
“Quiero devolverme la mano a la Iglesia por todo lo que me ha entregado. Yo doy el amor que le tengo a Dios a los niños, tratando de promover las ganas de conocerlo más y de tener más fe. Al final de cada reunión, uno siente que ha hecho algo por ellos. Son verdades que los marcan y los hace ser más buenos a futuro”.
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