Cada domingo de Cuaresma, un feligrés de nuestra comunidad parroquial compartirá una reflexión para que cada uno de nosotros pueda detenerse unos minutos y regalárselos al Señor.
Agradecemos al matrimonio de María Isabel Harvey y Robert Holmes por las palabras de esta semana.
TERCER DOMINGO DE CUARESMA
En este 3er. Domingo de Cuaresma Jesús nos llama a apartarnos de todo aquello que va distorsionando el sentido profundo de nuestra fe y de su Iglesia para volver a poner nuestra mirada en Su Palabra. Estas distorsiones en el devenir de la Iglesia y de nuestras propias vidas van sucediendo en la medida que nos vamos dejando seducir por una sensación de poder y autonomía humana que nos aparta de Su Proyecto.
El evangelio de este domingo (Juan 2, 13-25) nos narra el episodio en que Jesús expulsa con gran valentía a los mercaderes del templo quienes con sus actividades mercantiles habían desvirtuado el sentido divino de este. Esta acción decidida de Jesús nos enseña a estar alerta y vigilantes frente a todo aquello que nos desvía del camino que El nos ha indicado. Tenemos que cuidar que nuestra vida eclesial, doméstica y personal no se vaya va adormeciendo y acostumbrándose a muchas cosas que no vienen de El.
En una reflexión sobre este Evangelio, podemos reconocer a nuestra Iglesia como el “cuerpo místico de Jesús” del cual somos parte y por nuestra condición humana, expuesta a las distorsiones propias de nuestras debilidades. Por esto estamos llamados como comunidad eclesial a recuperar y profundizar el sentido original del ser Iglesia y a estar alerta para defendernos de los diversos tipos de “mercaderes” que tratan de apropiarse de ella para ser servidos y no para servir.
En la dimensión personal de nuestra vocación cristiana, San Pablo dice que cada uno de nosotros somos “templos del Espíritu Santo” (1 Cor 6,19), y también estamos expuestos permanentemente a las tentaciones que nos ofrece hoy nuestra sociedad en cuanto a “una vida cómoda y segura”, nuestra voluntad se va adormeciendo y no nos damos cuenta como vamos siendo seducidos por estas atractivas ofertas para una vida aparentemente feliz pero que finalmente nos aparta del proyecto de vida buena que nos ha prometido Jesús.
Hoy estamos viviendo una pandemia universal que ha destruido todas nuestras falsas seguridades y nos ha mostrado nuestra pequeñez. Es una gran oportunidad para volver a sentirnos necesitados de la ayuda y del amor de Dios. El Papa Francisco nos exhorta a vivir nuestra vida no en la búsqueda de nuestras ventajas e intereses, sino por la gloria de Dios que es el amor.
La cuaresma es un tiempo de reflexión, discernimiento y preparación para posicionarnos en el misterio de la muerte y resurrección de Jesús. Es un tiempo que se nos regala para fortalecer nuestra fe y liberarnos de todas las distorsiones que nos llevan por caminos equivocados que nos van alejando de Su Mensaje divino. Por eso estamos llamados a crecer en santidad y perfección para seguir construyendo.
Debiéramos preguntarnos: ¿Somos nosotros verdaderos cristianos del siglo XXI que haciendo nuestras las exhortaciones del Papa Francisco y del Concilio Vaticano II, actuemos como Pueblo de Dios y que recuperemos nuestro centro en Su Palabra, la Buena Nueva que nos trajo Jesús en Su Misión?