Chile celebró en abril el Centenario de muerte de la primera compatriota llegada a los altares: Santa Teresa de los Andes, quien fue llamada a la Casa del Padre el 12 de abril de 1920. Su año jubilar, que en principio iba a terminar el 13 de julio, se extenderá hasta abril de 2021, debido a la cancelación de eventos y al cierre de iglesias por el Covid 19.
Su centenario es una ocasión para recordar la vida de esta santa y a pesar de lo corta que fue, su legado espiritual y su ejemplo de santidad en lo cotidiano han tenido una tremenda fuerza evangelizadora en el último siglo.
Para ello Anclados consultó a dos expertos en el tema: Alexandrine Marie De La Taille, profesora e investigadora de la Universidad de los Andes, y el padre Cristhian Ogueda, de la comunidad de los carmelitas descalzos.
Servicio a los demás
Desde pequeña Juanita iba mostrando signos de un llamado a la vocación religiosa: “Tenía grandes deseos de hacer la primera comunión y en la oración tenía diálogos con Jesús y la Virgen. Ella pensaba que esto le pasaba a todo el mundo, pero luego se fue dando cuenta que no era así”, comenta la investigadora. Juanita tuvo que esperar hasta los diez años para recibir a Cristo en la Eucaristía. El padre Cristhian asegura que este momento fue para ella “un primer encuentro grande con el Señor, una experiencia de cielo, ella siente por primera vez una voz interior”.
Cuando tenía solo diez años comenzó a sentir un fuerte amor esponsal hacia Jesús y a verse como contemplativa en el Carmelo. Había leído “Historia de un alma” de Santa Teresita de Lisieux quien en esa época no había sido canonizada pero sí comenzaba a hacerse conocida como mística. Sus escritos la impactaron profundamente.
La santa iba con su madre a visitar a los más necesitados, a servirles, les daba ropa, les quemaba aquella que estuviera infectada y les llevaba desayuno. En resumen, Juanita vivía la caridad con los demás “puertas adentro y afuera”, indica Alexandrine.
Fuente: Anclados, Pastoral UC