La Presentación del Señor

Jueves 30 de Enero, 2020


 

2 de febrero

La fiesta de la Presentación celebra una llegada y un encuentro; la llegada del anhelado Salvador, núcleo de la vida religiosa del pueblo, y la bienvenida concedida a él por dos representantes dignos de la raza elegida, Simeón y Ana, ellos representan la esperanza y el anhelo de la raza humana.

Al revivir este misterio en la fe, la Iglesia da de nuevo la bienvenida a Cristo, ese es el verdadero sentido de la fiesta, es la "Fiesta del Encuentro", el encuentro de Cristo y su Iglesia. Esto vale para cualquier celebración litúrgica, pero especialmente para este día.

La liturgia nos invita a dar la bienvenida a Cristo y a su Madre, como lo hizo su propio pueblo de antaño: "Oh Sión, adorna tu cámara nupcial y da la bienvenida a Cristo el Rey; abraza a María, porque ella es la verdadera puerta del cielo y te trae al glorioso Rey de la luz nueva".

En la bellísima introducción a la bendición de las candelas y a la procesión, el sacerdote recuerda cómo Simeón y Ana, guiados por el Espíritu, vinieron al templo y reconocieron a Cristo como su Señor. Y concluye con la siguiente invitación: "Unidos por el Espíritu, vayamos ahora a la casa de Dios a dar la bienvenida a Cristo, el Señor. Le reconoceremos allí en la fracción del pan hasta que venga de nuevo en gloria".

El papel de María en estos acontecimientos salvíficos, es importantísimo, ella es la que presenta a Jesús en el templo, o más correctamente, ella y su esposo José, pues se menciona a ambos padres. 

Para María, la presentación y ofrenda de su hijo en el templo no era un simple gesto ritual, indudablemente ella no era consciente de todas las implicaciones ni de la significación profética de este acto, no alcanza a ver todas las consecuencias de su fiat en la anunciación. Pero este fue un acto de ofrecimiento verdadero y consciente. Significaba que ella ofrecía a su hijo para la obra de la redención con la que Él estaba comprometido desde un principio.

La fiesta no se limita a permitirnos revivir un acontecimiento pasado, sino que nos proyecta hacia el futuro. Prefigura nuestro encuentro final con Cristo en su segunda venida.

Fuente: ACIprensa



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