El día 12 de abril de 2020 se celebra el primer centenario de la muerte de Teresa de los Andes, una joven carmelita chilena, que ingresó en el Carmelo de la ciudad de Los Andes el 7 de mayo de 1919 y murió el 12 de abril de 1920, a los veinte años de edad y 11 meses de vida religiosa.
En un breve espacio de tiempo, recorrió un admirable camino de santidad y nos legó unos preciosos escritos, donde nos narra su experiencia y su itinerario espiritual.
Con este motivo, quiero ofrecer a toda la Orden – monjas, frailes y carmelitas seglares – unos puntos de reflexión, como invitación a imitar la vida de esta santa, llamada la “pequeña Teresa” de Chile.
Desarrollo mi reflexión en cuatro puntos, siguiendo el orden cronológico de su itinerario espiritual.
Testimonio de vida. Algunos datos biográficos
Si bien es conocida como Teresa de los Andes, su nombre religioso es Teresa de Jesús, como el de nuestra Santa Madre, a quien profesa gran devoción. Aunque su nombre le parece demasiado grande para ella, quiere llamarse Teresa de Jesús “para que Jesús pueda decirle a ella que Él es Jesús de Teresa”.
Nace el 13 de julio de 1900 en Santiago de Chile. Sus padres son Miguel Fernández Jaraquemada y Lucía Solar Armstrong, de ascendencia española. En el bautismo recibe el nombre de Juanita Enriqueta Josefina de los Sagrados Corazones Fernández Solar. Se la conoce con el nombre de Juanita; es la cuarta de seis hermanos, que la quieren con locura; es la hermana más querida por todos.
Juntamente con Rebeca, su hermana más pequeña que la seguirá después de su muerte en el mismo Carmelo de Los Andes recibe una esmerada formación cultural en el colegio del Sagrado Corazón, uno de los mejores colegios de Santiago de Chile, donde cursa brillantemente sus estudios hasta los 18 años. Pero sobre todo recibe una exquisita formación cristiana en el seno de una familia acomodada y muy católica, pues Dios “no quiso que naciese pobre”, aunque se hará pobre por Él: “Solo quiere a Jesús”.
En sus vacaciones estivales pasa largos períodos en el fundo o hacienda familiar de Chacabuco, cerca de Los Andes. Dedica largos ratos a la oración ante el Santísimo, da catequesis a los niños de las familias que trabajan en el fundo, participa en las misiones que se organizan para estas familias, atiende a los obreros de la hacienda y socorre a los pobres que llaman a su puerta.
Practica también deporte y con sus amigas da grandes paseos a caballo por la Cordillera andina; es una “perfecta amazona”. Pero en su horizonte está siempre presente el ideal del Carmelo, que un día piensa abrazar.
Descarga completa esta bellísima carta en el documento adjunto.