Introducción
¿Quién de nosotros no ha participado alguna vez de un funeral?
¡Cuánto dolor hay en ese momento!
Puede ser un niño, joven o adulto
Puede ser de improviso o después de una larga enfermedad
La certeza de no volver a ver a una persona nos destroza el alma
Su recuerdo nos hace pensar en el paso inevitable que también nosotros daremos un día a la otra vida
Desarrollo
Ante esta realidad el evangelio de este domingo no podría ofrecernos palabras más consoladoras en particular por el contexto que estamos viviendo con un virus altamente mortal
El miedo a la muerte es una reacción natural al deseo más profundo de nuestra existencia: seguir viviendo
Muchas personas atemorizadas por esta realidad inevitable intentan apartarla de sus pensamientos o evadirla a cualquier costo
¿De qué sirve?
La muerte está siempre al acecho
Es una certeza absoluta
2. En estos últimos domingos la liturgia de la Palabra nos ha hecho una verdadera catequesis sobre la persona de Jesucristo
Lo acompañamos en el momento de las tentaciones, la transfiguración, su encuentro con la samaritana, la curación del ciego de nacimiento
Hoy la Iglesia nos lo muestra como aquel que no solo da la vida sino que es la vida misma
Por eso Jesús le dirá a Marta: Yo soy la resurrección y la vida: Preguntándole: ¿Crees esto?
Esta pregunta nos la dirige también hoy a cada uno de nosotros a través de la liturgia de este día a las puertas de la semana santa
Se la respondemos con fe todos los domingos cuando rezamos: Creo en la resurrección de los muertos y en la vida eterna
¡No es una reencarnación sino una resurrección!!
Se trata de una verdad fundamental para nuestra fe cristiana
Sin embargo incluso entre católicos la fe en la resurrección y en la vida eterna va acompañada muchas veces de dudas y confusión
Se trata de una realidad que ciertamente sobrepasa los límites de nuestra razón y requiere a la vez un razonable acto de fe
Si lo pensamos bien dedicamos poco tiempo a profundizar la enseñanza de la Iglesia sobre un tema fundamental para nuestra existencia
No solo para la comprensión de la vida después de esta vida sino para la vida presente
Vivimos en medio de una sociedad y un ritmo de vida que normalmente no nos deja mirar más allá de lo que vemos o sentimos
Es como la contaminación, que no nos deja ver las estrellas, pero ellas existen, son hermosas y nos hablan que no somos el centro del universo
En este sentido la cuarentena que vivimos es una oportunidad única para nuestras vidas de volver a orientarnos hacia lo fundamental.
Me pregunto con ustedes: ¿Qué sería de nuestra vida si solo estuviera referida a nuestro breve paso por este mundo?
¡Qué absurdo seria vivir para terminar en un cementerio!
No tendríamos derecho a la esperanza
San Alberto Hurtado comparaba la existencia humana con: Las pirámides de Egipto, La iglesia de san Francisco en Santiago (1613) / Catedrales, Monumentos de la edad del neolítico o la edad del bronce, El Coliseo en Roma, las pirámides de Uxmal, Tikal, Egipto, Árboles como el alerce que pueden vivir más de 3.000 años
En cambio el ser humano apenas se acerca a los 100 años
¿Qué será de las 150.000 personas que mueren cada día en el mundo, 80.000 chilenos al año y 56.000.000 en todo el mundo? ¿Los miles que mueren cada día por la corona virus?
Hoy la Iglesia a través de su liturgia quiere fortalecer nuestra fe en la resurrección antes de invitarnos acompañar al Señor en la próxima semana santa
Lo hace haciendo memoria de unas palabras de Jesús que jamás en toda la historia se habían escuchado antes y nadie se atreverá otra vez a pronunciar
Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás
Es decir cada persona humana no está diseñada para vivir un siglo o unos cuantos milenios como los monumentos o los arboles sino para siempre
Agrega San Pablo en la segunda lectura: Si el Espíritu de Aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos esta en ustedes, el mismo que resucitó a Cristo de entre los muertos volverá a darle vida al cuerpo mortal que ustedes tienen, por obra y gracia del espíritu de Dios que reside en ustedes (Rm 8,11)
¡Que tranquilidad tienen que darnos estas palabras!
Todos sabemos que algún día vamos a morir
Pero también sabemos que del mismo modo como Jesús resucitó a su amigo Lázaro nos resucitará si hemos tratado sinceramente de ser fieles
Es por eso que nunca nos podemos cansar de cultivar nuestra amistad con El, de vivir de cara al Padre del cielo y movidos por el Espíritu Santo.
Es justamente esa amistad con el Señor la que nos garantiza que algún día resucitaremos
Conclusión
Sí, Señor, yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que iba a venir al mundo
Que esta expresión de fe de Marta, hermana de Lázaro
Sea también la nuestra este domingo frente a cualquier muerte que nos toque asistir, en particular durante las próximas semanas.
La de nuestros amigos, padres, hijos, hermanos y seres más queridos
Incluso frente al anuncio de nuestra propia muerte
Que la Madre de Jesús y san José patrono de la buena muerte dispongan nuestros corazones en estos días
Que nos ayuden a revivir la pasión y la muerte de Cristo con una fe inquebrantable en la resurrección
Tal como Ella sostuvo a Jesús en la hora de su muerte nos sostendrá a cada uno de nosotros
No estaremos solos, rogara por nosotros, para llegar a la gloria.