“Cristo, ese loco de amor, me ha vuelto loca, decía. Y su ilusión y su constante fue asemejarse a Él, configurarse con Cristo. Por eso, deseando llegar a ser una excelente copia suya, vivió decidida a ir hasta el fin del mundo atravesando el fuego si hubiera sido preciso para serle fiel. Estaba siempre dispuesta a servir y a sacrificarse por los demás, sobre todo por alegría y felicidad, para hacer amable y atractiva la virtud. Su vida fue enteramente normal y equilibrada. Alcanzó una envidiable madurez integrando en la más armoniosa síntesis lo divino y lo humano: oración, estudios, deberes hogareños… y deporte, al que era aficionadísima, destacando en la natación y en la equitación“