En esta pandemia: UN SALMO PARA NUESTROS DÍAS: Salmo 91 (90)

Miércoles 25 de Marzo, 2020


 

Padre Álvaro Ginel SDB

 

Introducción

Acabo de hablar con unos amigos. Christina es de USA. Darío es español. Un día nos conocimos. Christina, cristiana de confesión metodista desde niña, decidió pedir la plena integración a la Iglesia católica. En su casa recibió una formación cristiana bíblica fuerte.

Hoy, al hablar, y preguntar por su familia, Christina dijo algo así: “Salmo 91”. Lo busqué. Lo leímos. Y añadió: “No es cosa mía. Es cosa de mi madre, Joy. Es ella la que me ha dicho que en esta situación, ¡el salmo 91!”. Mi alegría fue inmensa al leerlo y palpar que es el salmo de hoy.

Quiero agradecer de todo corazón a Joy esta sugerencia. Gracias.

El salmo 91 es este:

1Tú que habitas al amparo del Altísimo, que vives a la sombra del Omnipotente, 2di al Señor: «Refugio mío, alcázar mío, | Dios mío, confío en ti».

3Él te librará de la red del cazador, | de la peste funesta. 4Te cubrirá con sus plumas, | bajo sus alas te refugiarás: | su verdad es escudo y armadura. 5No temerás el espanto nocturno, | ni la flecha que vuela de día, 6ni la peste que se desliza en las tinieblas, | ni la epidemia que devasta a mediodía.

7Caerán a tu izquierda mil, | diez mil a tu derecha; | a ti no te alcanzará. 8Nada más mirar con tus ojos, | verás la paga de los malvados, 9porque hiciste del Señor tu refugio, | tomaste al Altísimo por defensa.

10No se acercará la desgracia, | ni la plaga llegará hasta tu tienda, 11porque a sus ángeles ha dado órdenes | para que te guarden en tus caminos. 12Te llevarán en sus palmas, | para que tu pie no tropiece en la piedra; 13caminarás sobre áspides y víboras, | pisotearás leones y dragones. 1

4«Se puso junto a mí: lo libraré; | lo protegeré porque conoce mi nombre; 15me invocará y lo escucharé. | Con él estaré en la tribulación, | lo defenderé, lo glorificaré, 16lo saciaré de largos días | y le haré ver mi salvación».

Señor, Padre de nuestro Señor Jesucristo,

yo creo que tú eres el Dios que todo lo llena,

que cuida de los pájaros y de las flores,

que cuida de nosotros, hombres y mujeres

de hoy, en esta situación de pandemia.

Señor, Padre de nuestro Señor Jesucristo,

yo creo que en ti existimos nos movemos y existimos. Yo creo que estoy al amparo de tu mirada bondadosa, de tu sombra reconfortante.

Con el salmista de ayer, con los creyentes de hoy, grito:

«Refugio mío, alcázar mío,

Dios mío, confío en ti».

En estos días de pandemia y de miedo,

¿a quién iremos?

No nos salva lo que tenemos.

No nos salvan nuestros refugios.

Solo  puedo rezar:

«Refugio mío, alcázar mío, | Dios mío, confío en ti».

En estos días bajamos de nuestro pedestal.

Descubrir que nos hemos hecho dioses, y solo tú eres Dios, solo tú eres:

«Refugio mío, alcázar mío, | Dios mío, confío en ti».

En estos días, abrimos el corazón y sentimos que tú eres nuestra liberación.

En estos días volvemos los ojos y la mirada hacia ti.

Reconocemos que no somos lo que nos creíamos. Que nuestras torres de orgullo no escalan tu trono. ¡Somos creaturas! ¡Nos equivocamos cuando nos hicimos dioses! Solo somos barro que necesitamos la saliva curativa de tu Hijo, que pasa a nuestro lado.

Solo tú, Señor, eres nuestro refugio:

«Refugio mío, alcázar mío, | Dios mío, confío en ti».

Como quien reconoce sus límites, me pongo junto a ti, dejo todo en tus manos, mientras hago todo lo que puedo con mis manos de barro.

Yo sé que de ti viene la salvación.

Yo confío que conoces mi nombre y me proteges.

Yo te invoco, Dios mío.

Yo sé que me escuchas y escuchas a tus hijos e hijas que sufren.

Yo sé que te haces sentir en los momentos de dolor y de sufrimiento.

Yo sé, Señor, que todo lo que nos acontece es para nuestra salvación.

Yo sé, Señor, que muchos levantarán los ojos hacia ti, en esta situación.

Yo sé que eres Dios de misericordia, y que tus ojos se vuelven

hacia los ojos que buscan

y no encuentran quién los mire.

Sólo tú eres nuestro defensor.

Cuando tocamos nuestra pobreza,

solo entonces, Señor,

decimos de verdad:

No tenemos a nadie que nos defienda. Solo tú ere:

«Refugio mío, alcázar mío, | Dios mío, confío en ti».

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Señor, con el campesino de El Salvador, hoy rezo: “A los pobres solo nos defiende Dios”.



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