Literatura y Valores: Hacia el Padre

Viernes 13 de Marzo, 2020


 

Por María Luisa Lecaros

  En el infierno del campo de concentración de Dachau, nace un libro de oraciones titulado inicialmente Hacia el Cielo y traducido al español como Hacia el Padre. Fue escrito de forma clandestina por un sacerdote alemán, el Siervo de Dios José Kentenich (1885-1968), fundador de Schoenstatt. Sobrecoge la confianza con la cual adhiere a la cruz, llegando incluso a pedirla. Asimismo, sus meditaciones sobre la Santa Misa, el Vía Crucis y el Rosario nos inspiran en este tiempo cuaresmal…

Madre, aquí estoy

Madre, ¿quieres mi trabajo?
-aquí estoy. 
¿Quieres que todas las fuerzas de mi espíritu
lentamente se desangren?
-Aquí estoy. 
¿Quieres mi muerte?
-Aquí estoy,
pero procura que todos
los que tú me has confiado
amen a Jesús,
vivan para Jesús
y aprendan a morir por Jesús.
Amén

Padre, te pido todas las cruces

Te pido todas las cruces y sufrimientos
que Tú, Padre, me tengas preparados. 
Libérame de todo egoísmo,
para que pueda satisfacer tus más leves deseos;
hazme semejante, igual a mi Esposo;
sólo entonces alcanzaré la felicidad y la plenitud. 
Nunca habrá nada, Padre, que no puedas enviarme;
haz todo lo necesario para doblegar mi yo:
únicamente Cristo viva y actúe en mí,
y yo en El sólo te cause alegrías. 
Padre, nunca me mandaras una cruz o un dolor
sin darme abundantes fuerzas para soportarlo.
en mí el Esposo comparte mi carga entera
y la Madre vigila: así somos siempre tres. 
Pero si tu voluntad es preservarme del dolor,
sólo quiero complacer tus deseos de Padre;
entonces te pido: aparta de mí la adversidad;
para mí Tú eres la única estrella de vida. 
Hasta ahora tuve yo el timón en las manos;
en el barco de la vida tan a menudo te olvidé;
me volvía desvalido hacia ti, de vez en cuando,
para que la barquilla navegara según mis planes. 
¡Concédeme, Padre, por fin la conversión total!
En el esposo quisiera anunciar al mundo entero:
el Padre tiene en sus manos el timón,
aunque yo no sepa el destino ni la ruta. 
Ahora me dejaré conducir ciegamente por ti,
quiero escoger sólo tu santa voluntad;
y como tu amor me guarda siempre,
atravieso contigo por las tinieblas y la noche. Amén.

Recibe, Señor

Por manos de mi Madre
recibe, Señor,
la donación total de mi libertad soberana:
toma mi memoria, los sentidos, la inteligencia;
recíbelo todo como signo de amor. 
Toma el corazón entero y toda la voluntad,
y de este modo se sacie en mí el auténtico amor;
para mi mayor felicidad,
cuanto Tú me has dado,
sin ninguna reserva te lo devuelvo. 
Sobre todo esto dispón siempre a tu gusto;
sólo una cosa te pido:
¡que te ame, Señor!
Haz que, cercano o lejano, me sepa amado por ti
como la cara pupila de tus propios ojos. 
Concédeme las gracias que me impulsen con vigor
hacia aquello que sin ti
no me atrevo a emprender;
dame participar en la fecundidad
que tu amor otorga a tu Esposa. […]
Mi Señor y mi Dios,
toma todo lo que me ata,
cuanto disminuye mi fuerte amor por ti;
dame todo lo que acreciente el amor por ti
y, si estorba el amor, quítame mi propio yo.
Amén.

Confianza

En tu poder
y en tu bondad
fundo mi vida;
en ellos espero
confiado como niño.
Madre Admirable,
en ti y en tu Hijo
en toda circunstancia
creo y confío
ciegamente.
Amén

 

Referencias bibliográficas

Kentenich, José (2004 [1942-1945]). Hacia el Padre (Hacia el Cielo). Trad.: Joaquín Alliende. Santiago de Chile: Pat



Regístrese aquí para recibir nuestras noticias:
Diseño y Desarrollo de Iglesia.cl