Tras la conmoción inicial y pese a los funestos pronósticos, su madre, Olga Carrasco de la Vega, se unió en oración con los compañeros del voluntariado de su hijo, encomendándose a la imagen de Santa Teresa, que luce familiar y comprensiva en la capilla de su cripta.
Finalmente y con Héctor recuperado, para honrar el milagro ella junto a amigos y peregrinos comenzaron un recorrido desde Santiago hasta Los Andes de 17 días, terminando con una misa y el júbilo que hasta hoy inspiran a caminantes que hacen la misma ruta.
El Milagro de la Canonización fue sobre el caso de Marcela Antúnez Riveros, de 11 años de edad, quien, habiendo sufrido una asfixia por inmersión, se vio totalmente recuperada en muy poco tiempo.
El 7 de diciembre de 1988, 23 alumnas del Quinto Básico del Colegio Las Condes, de la Institución Teresiana, fueron de paseo a la piscina del Estadio del Banco de Chile y tras un descuido la niña que se bañaba con sus amigas se fue al fondo de la piscina ahogándose. Los esfuerzos iniciales fueron en vano y el medico que la atendió era sincero: “Yo he tenido la desgracia de recibir varios niños con asfixia por inmersión y, por el estado en que Marcela llegó, esperaba dos o tres días tormentosos. La alta de oxígeno por haber estado bajo el agua, produce daños en distintos órganos: en el cerebro, en los riñones, en el corazón, en el hígado. En los días siguientes se produce edema cerebral, disfunción cardíaca, como si a uno le diera un infarto. Mal pronóstico le vi cuando llegó”.
Sin embargo, sus compañeras y familia no pararon de rezar cerca de ella, sin claudicar, hasta que la dieron de alta, sin los problemas físiológicos que se temían.