Formándonos en la fe: La utilidad de los ritos de entrada de la misa

Miércoles 06 de Febrero, 2019


 

¿Por qué hacemos lo que hacemos cuando llegamos a misa? Aquí lo explicamos:

Cuando llegamos el domingo a misa, venimos de casa, de la calle... y llegamos más bien despistados. 
Lo ideal sería que ya en casa se crease el clima necesario de quien va a algo importante, al encuentro con el Señor y con la comunidad, pero esto es muy difícil. No obstante, aunque sea difícil, haremos bien en intentarlo.

Cuando llegamos a la iglesia, deberíamos encontrar un clima pacífico, de oración, tal vez con una música de fondo, tal vez con unas imágenes que inviten a entrar en el espíritu del día... Ciertamente saludaremos a la gente que nos encontramos, pero en cambio no es deseable comenzar una tertulia. Ya charlaremos a la salida...Pero el hecho es que, aunque en la iglesia haya un buen clima, ello no basta para crear el espíritu que comentamos.

Los ritos de entrada sirven para cubrir lo que tanto nos cuesta hacer personalmente: ponernos a tono y «entrar» en la celebración de la Eu- caristía. Y precisamente por eso estos ritos deben hacerse bien, sin prisas, con los gestos necesarios, con las palabras justas...

Por ejemplo, es importante el canto de entrada suficientemente largo, y una entrada del celebrante y de los ministros bien visible, digna. Por ejemplo, es importante que el celebrante diga unas palabras de saludo personal, breves y adecuadas. Es importante también que el acto penitencial sea realmente un momento que permita la oración, con un espacio de silencio significativo, en el que se vea claramente que tanto el presidente como los restantes ministros rezan. El Gloria debe decirse reposadamente, con actitud de alabanza y, si se canta, hay que hacerlo con ganas. Y cuando hay ritos especiales, como la corona de Adviento, deben hacerse de forma visible, resaltando su significado. Y finalmente, es importante que las palabras de la oración colecta se digan despacio, así como su conclusión. Ciertamente, los textos de nuestras oraciones colecta en general están bastante lejos de nuestra sensibilidad, porque son de otras épocas, pero si se dicen sin correr, bien pronunciados, adquieren mucho más sentido.

Después, todo el mundo se sienta. Se deja tiempo para que cada uno se aposente y se apacigüe, y comenzamos la Liturgia de la Palabra. Así pasamos, de la calle, a la celebración.



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