En nuestras latitudes vivimos un proceso de empequeñecimiento de las comunidades. Comentamos que hay menos gente en misa, que se apuntan pocos niños (o ninguno) a la catequesis, que disminuyen los bautismos de niños y las bodas... Incluso muchos entierros de personas bautizadas, en los tanatorios, se hacen con ceremonia civil. Y ya son pocos los hijos que, transcurridos unos días desde el entierro, piden una misa por la madre o el padre difuntos. Es una realidad que podríamos ir describiendo con más detalles.Hay que asumir la realidad. Es como es. No debemos lamentarnos. Esta, como cualquier otra, es una oportunidad y debe estimularnos a vivir intensamente la fe cristiana y a dar testimonio de Jesucristo. Debe movernos a plantearnos cómo mostramos Jesucristo a quien no lo conoce. Igualmente, debe animarnos a celebrar bien la liturgia para que alimente la vocación y misión que nos viene del Bautismo.Dicho esto, tal vez no es fácil asumir el empequeñecimiento de las comunidades.
Quizás deberíamos hacer como los apóstoles, que ante la inmensidad de lo que Jesús les proponía, de perdonar siete veces al día, le piden: «Aumenta nuestra fe». Ciertamente hay que ejercitar la fe. Y experimentar que es en la pequeñez donde el Reino de Dios es más vivo.
Leyendo el evangelio, parece evidente que cuanto más pequeños somos más podemos dar: «Muchos ricos echaban mucho, pero se acercó una viuda pobre...; esta viuda pobre - dijo Jesús- ha echado en el arca más ofrendas que nadie...; ella, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir».En ocasiones, con tono de resignación, alguien dice que menos eran los que comenzaron. Sí. Y el Espíritu Santo los puso en acción. Nuestra situación, sin embargo, no es la misma. Aquel grupo inicial no tenía nada.
Nosotros tenemos muchas cosas que dos mil años de historia nos han dejado. Los discípulos de aquel Pentecostés inicial vivían con el frescor de quien no tiene nada más que la fe en Jesucristo, aquel a quien el Padre, con la fuerza del Espíritu Santo, había resucitado de entre los muertos.Nosotros tenemos una gran oportunidad. En la pequeñez tenemos un don, un regalo. Aprovechémoslo.JOSEP MARÍA ROMAGUERA BACH