Formándonos en la fe

Miércoles 09 de Enero, 2019


 

Cuando va a empezar la misa, vemos que se acerca el sacerdote acompañado de una o dos personas hasta llegar al altar. ¿Por qué? te lo explicamos a continuación:

Uno o dos acompañantes o, para decirlo con lenguaje litúrgico, uno o dos acólitos. Al menos, los domingos y días festivos. El celebrante, el presidente de la celebración, nunca debería salir solo al altar. Deberían acompañarlo uno o dos miembros de la asamblea, con alba o con vestido de calle, hombres o mujeres, jóvenes o mayores. Por dos motivos. Uno, para evitar la sensación de soledad e inconsistencia que produce el sacerdote solo en el presbiterio, que comporta al mismo tiempo una sensación de aislamiento respecto del conjunto de la asamblea. Y otro, por razones prácticas, como por ejemplo para sostener el misal o la carpeta de MD al celebrante, o para traer o llevar las patenas del pan y el cáliz de la credencia al altar, y evitar al sacerdote la función de hombre-orquesta (y perdonen la expresión) que con frecuencia debe ejercer, y que también a menudo procura evitar, por ejemplo, dejando desde el inicio el cáliz y las patenas del pan en un rincón del altar.

En los países más evolucionados y más atrevidos que el nuestro, esta presencia de acólitos es mucho más habitual. Y van vestidos con alba, tanto si son hombres como mujeres, para mostrar que los laicos y laicas tienen funciones ministeriales reconocidas.



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